Siempre se ponía
un poco nervioso cuando faltaban pocos minutos para empezar. El miedo a
quedarse en blanco todavía le inquietaba ligeramente. Sin embargo, la
experiencia le había demostrado que su capacidad de improvisar era garantía
suficiente como para no preocuparse por eso. Así que respiró profundamente,
como hacía siempre antes de empezar, y entró en escena con paso lento,
ralentizando todo lo que pudo sus movimientos y mirando fijamente a su público,
sin decir ni una sola palabra.
Lo más difícil
era captar la atención de los presentes y mantenerla fija durante toda la actuación.
Y en todos estos años había aprendido que los silencios eran todavía más efectivos
que alzar la voz, cuando se trataba de atraer el interés de los asistentes. Sin
embargo, siempre había algunos que continuaban murmurando con la persona que
tenían en el asiento de al lado. Cuando no estaban demasiado lejos y conseguía verles
bien los ojos, bastaba con mirarlos fijamente durante 4 o 5 segundos para que
ese murmullo desapareciera de inmediato. Y, sólo cuando todos mostraban su
atención, su disposición a entregarse a su espectáculo, empezaba su performance.
Hacía ya tiempo
que su público había disminuido notablemente. Cada vez había más huecos entre
los asientos y las filas de detrás aparecían vacías. Era consciente de ello,
pero lo achacaba a un exceso de oferta y no dejaba que eso le afectara; se
entregaba con el mismo entusiasmo que el primer día.
Esta vez estaba
muy cerca de ellos y podía ver claramente sus ojos siguiendo todos sus
movimientos, atentos a su monólogo, completamente entregados. Percibía que en
ese momento se habían olvidado por completo de sus mundos, de sus problemas, hasta
de ellos mismos, y sintió una vez más que su profesión valía realmente la pena.
Lo había conseguido de nuevo y no necesitaba el aplauso para sentirse
recompensado.
Les dio la
espalda y escribió en la pizarra el ejercicio que deberían hacer en casa para
el día siguiente, sin darles tiempo a protestar. Justo en ese momento, tocó el
timbre y sus alumnos se levantaron y el murmullo volvió a crecer mientras
recogían sus cosas para cambiar de aula.
El profesor
marchó satisfecho a la clase siguiente.
JL Sánchez, marzo 2018
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